ELVIS

Los primeros meses de Elvis transcurrieron muy tranquilos en la biblioteca, recibiendo la visita diaria de Rony, durmiendo y comiendo mucho, rompiendo y mordiendo todo lo que se le ponía por delante, pero sobre todo feliz.
Cuando le pusimos su primer collar, fue como una fiesta, él no paraba de arrascarse para tratar de quitárselo; estaba guapísimo con él. Después vino la correa y cuando pudo salir a la calle, comenzamos con los paseos.
Al principio no le gustaba salir a pasear y no conseguíamos ir muy lejos, pero poco a poco y corriendo detrás de las piedras hizo sus primeros kilómetros. Se hizo incansable con el tiempo, corría, saltaba, se subía a las peñas, desprendía alegría y vitalidad a raudales.
Recuerdo que no sabia subir ni bajar las escaleras y teníamos que cogerlo en brazos, cosa que le encantó hasta el final.
No sabia controlar sus orejitas y las ponía una encima de la otra sobre la frente, estaba graciosisimo, de broma le decíamos que como no las pusiera bien, se las cortaríamos.
Cuando fue lo suficientemente mayor para poder salir, empezamos a dejarlo quedar por el dia en el patio y en el garaje, Jose le hizo una caseta de madera, con su nombre, le quedó preciosa, y a Elvis le gustó mucho, pero siguió durmiendo en casa hasta que él quiso.
Una noche cuando le mandamos entrar a dormir a la bíblioteca, el abría la puerta y se salia, insistimos unas cuantas veces y al final le dejamos a ver que hacia, y lo que quería era irse a dormir a su casetita, le pusimos un edredón nórdico para que estuviera caliente y mullidito y así es como él decidió dónde quería dormir.
Siempre fue muy listo y  tenia detalles que lo hacían muy especial, un compañero inolvidable para nosotros.